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RELATO DE UNA PROVINCIANA (I)

Actualizado: 14 may 2020


Foto: Distrito de Miraflores


¡Hola!

Como ya leyeron en el título, hoy voy compartirles un poco sobre la “aventura” que fue decidir salir de casa para tratar de hacerme un espacio propio en una caótica ciudad y volverme a inventar en un lugar bastante lejos de los míos.


Antes que nada, debo decir que yo nací al norte del Perú en la ciudad Chiclayo (… un pueblito de crepúsculos arrebolados… OK, No…). Chiclayo, llamada también “Capital de la Amistad” me albergó por casi 24 años y pues ha decir verdad y haciendo un justo balance (¡Ay sí, ay sí! Un justo balance, me sentí toda una señora al decir eso), me puedo dar cuenta de que sin duda allí, en Chiclayo, viví y gocé de los buenos tiempos, esos años maravillosos” que todos tenemos y siempre volteamos a ver para evocar los mejores momentos.


¿Qué les digo?... Ahí tenía de todo y ¡Gratis! y cuando digo gratis me refiero a que tenía casa, comida, ropa y todo eso que cualquier chica anhela tener a lo largo de su crecimiento (ojo, no digo que ahora no lo tenga, pero es distinto… los que han emigrado de su ciudad natal me entenderán). Siendo la primogénita de una familia de clase social media, pude tener la posibilidad de ir a la universidad, comenzar a viajar a corta edad, darme el lujo de trabajar desde muy joven solo por el simple hecho de estar a la moda, sí, leyeron bien… a la moda”, tenía amigos que ya trabajaban y alardeaban de unos cuantos soles más en su billetera (Ahh, entonces no me podía quedar atrás), disfrutaba mucho, muchísimo de irme de fiesta con amigos y amigas y claro como la nena ya trabajaba no había mucha necesidad de pedir más dinero a papá. Entonces dime tú si esa no es una vida tranquila.

Por otro lado, yo creo que vivir en una ciudad del interior del país en su mayoría de casos siempre va ser más tranquilo. Sí, hay tranquilidad, hay calma, no ves gente corriendo de un lado a otro (además como no hay otro gran sitio a donde ir entonces no hay prisa para llegar al otro sitio… sitio que ¡no hay!). El ritmo de vida siempre es equilibrado, tus presiones no son tantas, siempre hay tiempo para juntarse con los amigos (claro siempre y cuando te compares con los jóvenes - adultos que viven en alguna ciudad más caótica, porque cuando llegues a cierta edad, que es algo que todos vamos a afrontar, el sosiego va a llegar, así que cuando llegue la hora no luches, no te niegues que ese sea tu momento de brillar en la quietud).


Bueno, como les venía diciendo, mi vida parecía ser la de una joven promesa que podía triunfar en su Chiclayo querido. Tenía todo a mi alcance y hasta la conformidad de mis padres para ejecutar algunos proyectos, entonces algunos de ustedes dirán: “¡Vaya que suertuda LaPiba! A no todos nos toca una situación así, de seguro que aprovechó muy bien esa oportunidad”, pues … ¡Error! ¡Sí, error!, esta niña soñaba con irse a vivir sola cuando cumpliera los 20 años (Por favor no me pregunten ¿Por qué?, ¿Cómo está eso?, ¿Qué tenías?, ni nada de estas cosas). La idea de ser libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y bla bla bla (como dijo San Martín cuando independizó a Perú) rondaba en mi cabeza desde que yo cumplí los 15 años y no porque algo anduviera mal dentro de mi familia, todo lo contrario, puedo decir que tengo una familia herrrrmosa, unos padres cariñosos y comprensivos y una hermana que es mi adoración y la luz de mis ojos, era más bien una meta trazada que desde muy joven ya la tenía bastante clara. Además, yo creo que tener todo eso, emocionalmente hablando, alimentaba mi confianza para cumplir con mis objetivos. No les voy a negar que al principio fue un poco duro darme cuenta que la decisión de dejar a mi familia sería difícil de sobrellevar para todos y quizá en parte era eso lo que me frenaba a sostener mi determinación, pero luego llegaron otras situaciones (de las que seguramente más adelante se van enterar en la sección Zona de B de este blog) que me ayudaron a tomar al toro por las astas y decir: “¡Basta! Es momento de comenzar a trabajar por mis convicciones”.


Después de varios meses de trabajo, consultas, pequeños estudios de mercado (sí amig@, pa' saber dónde podía tener mejores opciones de trabajo pues, sino de que iba a vivir) y otras acciones, decidí que lo mejor era abandonar mi ciudad y aunque es bonita y acogedora, no era lo que yo que buscaba para mí.


Ahora tendría que decidirme por algún lugar y debía ser en territorio peruano (por el momento). Tres ciudades atractivas rondaban en mi mente. Además, esos lugares se caracterizan porque su gente tiene un ritmo de vida distinto al de mi ciudad natal y era exactamente eso una de las cosas que yo andaba buscando (además… yo siempre he sido así. Si he de tomar un reto para mí, este ha de ser grande porque es justo ahí cuando me pongo a prueba y me obligó a salir victoriosa sin pena, pero con gloria). Cuando por fin elegí la ciudad, todos mis esfuerzos apuntaban hacia una sola dirección hasta que llegó el momento de despedirme de mi familia y emprender el viaje.


Destino: Lima, la Capital del Perú.


Continuará…



Fotos de izquierda a derecha o de arriba abajo: Muelle de Pimentel, Costa Verde, Miraflores


"A quien amas dale... Alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse". - Dalai Lama-

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